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Escenas de Pan Relatos.

Visiones de Cody entre las manos

Pan y yo nos reíamos con Visiones de Cody entre las manos.Esto ocurría hace unas horas. Estábamos sentadas en la acera de mi calle porque yo no encontraba las llaves. La risa nos vencía los intentos de leer. Con pan siempre me rio. Nos reímos todo el rato. En ese momento era por mis llaves pero todo el tiempo tenemos motivos para reír. Se lo dije un día:”Oye, Pan, nos reímos todo el rato.” Ella me contestó: “Porque somos felices juntas.” Y creo que tiene razón.

Ahora tengo Visiones de Cody entre las manos pero no me estoy riendo. Hace un rato que me despedí de Pan y llegué a mi casa tropezando y maldiciendo. Alguien está vomitando en mi cuarto de baño. Yo me he sentado a escribir. Aunque tengo Visiones de Cody aquí, conmigo. Me acompañan los basureros vaciando los contenedores de ahí abajo, también. Esto a Pan le haría sonreír. Pienso en si escribo por ella o para ella o ella no tiene nada que ver. Imagino que tampoco importa mucho. Escribo y eso basta.

Quizás estaría bien empezar por el principio y decir por qué ha estado Pan conmigo hoy. Pero no me apetece hablar de eso. Y es que me gustan las historias in media res. Además es que me flipa esa expresión. Así que Pan y yo nos reíamos con Visiones de Cody entre las manos.

Ahora que lo pienso… No he dicho quién soy yo ni quién es Pan. Veamos… yo soy quien acompañaba a Pan sentada en la acera mientras nos reíamos. Y Pan es quien intentaba leerme Visiones de Cody pero no podía porque la risa se lo impedía.

Nos reíamos, como dije, con Visiones de Cody entre las manos. Yo intentaba poner cara seria para retener las carcajadas. Pero eso hacía crecer la hilaridad de Pan. Así que éramos todo comedia, manos en el vientre, ojos entrecerrados y palmadas al aire.

La verdad es que Pan se ríe bonito, como lo hace casi todo. Hoy le brillaban los ojos de alegría y lágrimas, me agarraba el brazo intentando parar y echaba hacia atrás el cuello como si le brindase al cielo el momento. Hacía sol y estaba guapa, sentada en la acera de piernas cruzadas. La luz se colaba por los caracoles cortos de su pelo, arrancándoles reflejos de cada recodo de la gama cromática entre el rojo y el castaño. Pelo de hoguera de abedul.

Más tarde, ya solucionado el problema con las llaves y mi piso, Visiones de Cody descansaba en mi escritorio. Pan estaba seria. Tenía una cerveza en el suelo y escribía un poema en una tabla. Lo llamó apareciches y me lo leyó en mi cama, susurrándome en el cuello. Y hay momentos más bonitos que las risas y explosiones más estremecedoras. Pero sus ojos brillaban, sin risa ni sol para encenderlos. Y yo sentía el oleaje del mar en el estómago, subiendo y bajando. El deseo afincado en las piernas apretadas, me impedía hablar si no era entre jadeos convulsos.

Debí besarla entonces. Debí haberla besado muchas veces entonces, antes y después. Pero no lo hice porque soy cobarde. Puedo admitirlo sin complejos. Al menos aquí, mientras escribo en la soledad de mi cuarto, en la oscuridad de la noche, con el olor de Pan inundando el aire y con el alcohol calentando mi organismo. SOY COBARDE. Lo grito como un mantra. “Oye, Pan, soy cobarde.” Debería haberle dicho. Pero no se lo dije. Y no se lo dije por eso, porque lo soy. Si ella supiese que me falta valentía sabría dónde me falta y adivinaría todo, todo esto. Y es eso lo que me da miedo.

Aunque Pan ya lo sabe todo. Lo que oculto y lo que digo. Lo sabe mejor que yo. Y yo lo sé y sé que ella lo sabe y tampoco importa porque soy cobarde. Por eso sostengo ahora Visiones de Cody como si fuese ella. Si me esfuerzo aun puedo ver la mano de Pan agarrando el libro con la mano izquierda y con una copa en la derecha. Hace una hora, como mucho.

Estábamos en el Momo y Pan intentaba hacerse oír por encima de la música. Leía el pasaje en el que Jack cuenta cómo jugaba Cody al béisbol. Y algo había sobre un feto y una cuneta. Nos sorprendimos con la frase ambas y levantamos la vista a la vez espantadas y maravilladas con esa parte. “Es perturbador.” Me susurró ella mientras apoyaba el libro en la mesa. “Y jodidamente visual.” Alcancé a decir.

Dije que todavía puedo ver la huella de la mano de Pan en el libro. Es verdad. Siempre que pienso en ella se me viene a la cabeza esas manos. Es porque habla más con ellas que con su boca. Tiene dedos de pianista y la piel marfileña. Tienen vida, eso sobre todo. Tienen vida contenida y pasión y cansancio y amor y tristeza y todas las cosas bellas y oscuras del mundo. Sus manos tienen la valentía que me falta a mí, eso también. Me enamoraría una y mil veces de ellas. Les escribiría cartas de amor hartamente extensas y locas como estas. Lo haría. De ser valiente, claro.

“Oye, Pan, acerca de tus manos… Esas manos… Esas manos donde lo vi todo y todo lo olvidé hasta que volví a encontrarme con su calor. Acerca de ellas quiero decirte que…” Podría empezar así. O podría empezar in media res: “Hoy nos reíamos con Visiones de Cody entre las manos…”

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